domingo, 30 de agosto de 2015

Adrienne Rich


Dedicatorias

Sé que estás leyendo este poema
tarde, antes de dejar la oficina
esa de la intesa luz amarilla y la ventana en penumbras
en el cansancio de un edificio que se diluye en la quietud
mucho después de la hora pico. Sé que estás leyendo este poema
en una librería, de pie, lejos del mar
una tarde gris a inicios de la primavera, con débiles copos de nieve
llegados desde el enorme espacio de praderas que te rodean.
Sé que estás leyendo este poema
en un cuarto donde tuviste que tolerar demasiado
las sábanas se ven revueltas, paralizadas sobre la cama
y la valija abierta habla de un vuelo
pero no puedes partir todavía. Sé que estás leyendo este poema
mientras el subte pierde impulso y antes de correr
escaleras arriba
hacia una clase de amor desconocido
que tu vida aún nunca permitió.
Sé que estás leyendo este poema a la luz
del televisor donde imágenes sin sonido irrumpen y se suceden
mientras esperas noticias de la intifada.
Sé que estás leyendo este poema en una sala de espera
entre ojos conocidos y hostiles, llena de empatía con extraños.
Sé que estás leyendo este poema bajo una luz fluorescente
con el aburrimiento y la fatiga de los jóvenes excluidos,
que se excluyen a sí mismos de la vida con excesiva rapidez. Sé
que estás leyendo este poema con la vista que te falla, que gruesos
lentes agigantan estas letras hasta borrar todo sentido, y aun así
persistes porque el abecedario mismo es valioso.
Sé que estás leyendo este poema mientras esperas que en la cocina
se caliente la leche, con un niño que llora en tus brazos, un libro en la
mano
porque la vida es breve y tú también estás sedienta.
Sé que estás leyendo este poema escrito en un idioma que no es el tuyo
adivinando ciertas palabras mientras otras te fuerzan a seguir
y yo quiero saber cuáles son esas palabras.
Sé que estás leyendo este poema con el deseo de oír algo, desgarrada
entre la amargura y la esperanza.
como quien regresa una vez más a la tarea indispensable.
Sé que estás leyendo este poema porque no queda
ya nada que leer
ahí donde llegaste, desnuda como estás.



Versión de María Negroni.

Elvio Romero


En el patio

Estamos caídos en el suelo.
Ya no pisamos con los pies ligeros
La tierra iluminada, su centro iluminado; 
No estamos ya, con la velocidad del gamo, 
Estremeciendo el pasto de las praderas 
Ni el nido de la perdiz. 

Ni nómadas ni errantes.
Estamos en el suelo,
Sentados, 
Sin colgar semillitas en el cuello, 
Sin colgar en el cuello flores multicolores. 

Estamos fijos en el suelo,
Sentados,
Ya con los ojos secos 
Sin ver el horizonte, 
La mirada agotada de mirar suelo yermo, 
Sin otear distancias, 
Definitivamente caídos en el suelo. 

Ya no miramos hacia abajo
El centro de la tierra, el centro de lo que crece,
De las germinaciones, del soplo de las semillas, 
No vemos el centro mismo del crecimiento, 
El centro llameante 
Del crecimiento mismo de la tierra. 

Estamos condenados
A vernos en el suelo,
A estar sentados en el suelo sin contemplar el centro 
Luminoso del cielo, 
A estar sentados sin contemplar el firmamento. 

Ni nómadas ni errantes,
Estamos en el suelo,
Atados a la tierra y condenados 
A no mirar el crecimiento. 




Miguel de Cervantes


Fragmento del prólogo a Don Quijote de la Mancha.

"Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada de estos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados por muchos más; que si esto alcanzares, no habrías alcanzado poco."

Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones, que, sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo, en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos.Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan notable y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. VALE.

Vinicius de Moraes


Oiga, Mister Buster.

 Este poema está dedicado a un norteamericano simpático, extrovertido y podrido en plata -perdone el lector el lugar común- en cuya casa estuve pocos días antes de mi regreso a Brasil, luego de cinco años de residencia en Los Ángeles, U.S.A. Mr. Buster no podía entender cómo yo -que tenía derecho a un año más en California -prefería, a pesar del gran perjuicio financiero, volver a Latin America, como él le llamaba. Esta es mi explicación. Por supuesto, Mr. Buster no la recibirá; a no ser que esté muero y ese asunto del espiritismo funcione.

Oiga, Mr. Buster:
Está muy bien que usted tenga un departamento
En Park Avenue y una casa en Beverly Hills.
Está muy bien que en su departamento de Park Avenue
Tenga un pedazo de friso del Partenón
Y en el patio de su casa en Hollywood
Un pozo de petróleo trabajando de día
Para darle dinero
Y de noche para darle insomnio.
Está muy bien que en ambas residencias
Tenga heladeras gigantescas capaces de conservar
Su prejuicio racial por muchos años
Y aspiradores con más absorción que un beso de Marylin Monroe
Y máquinas de lavar capaces de extinguir
La mancha de su disgusto por haber puesto en vano
Tanto dinero en la guerra de Corea.
Está bien que en su mesa las tostadas salten
Nerviosamente de las tostadoras automáticas
Y que sus puertas se abran con células fotoeléctricas.
Está muy bien que usted tenga un cine en su casa
Así los chicos pueden ver películas aptas para menores
Y ni hablar de los cuatro televisores
Y del poderoso alta fidelidad con altoparlantes
Desparramadores por todos los pisos (incluidos los cuartos de baño).
Está muy bien que la señora Buster sea nombrada
Una vez al mes por Elsa Maxwell y tenga dos analistas:
Uno en Nueva York y otro en Los Ángeles
Es decir, uno por temporada. 
Todo está muy bien, Mr. Buster
Usted va a terminar siendo gobernador de su Estado
Y presidente sin duda de muchas compañías de petróleo
Acero y conciencias enlatadas.
Pero dígame una cosa, Mr. Buster
Dígame sinceramente una cosa, Mr. Buster:
¿Usted sabe lo que es un choro de Pixinguinha?
¿Usted sabe lo que es tener una jabuticabeira en el terreno del fondo?
¿Usted sabe lo que significa hinchar por Botafogo?


Choro: Composición musical brasileña de ritmo lento.
La palabra tiene un acento circunflejo en la primera o.
JabuticabeiraMyrciaria cauliflora, árbol autóctono de Brasil.

Versión de Mario Trejo.